miércoles, 6 de julio de 2011

Puertas entreabiertas

Aquella mañana decidí llevar a la realidad mis no tan absurdas fantasías de descubrir lugares desconocidos que revoloteaban por mi cabecita y me hacían el sueño imposible. En esa "escapada" -como me gusta llamarlo- fue donde te encontré. Ibas con tu perro paseando por el camino que conectaba el pueblo donde vivías con el siguiente donde vendían pan -yo, muerta de hambre, me dirigía allí para comprar 2 barras-. Tu mochila sobre los hombros me llamó la atención, parecía realmente pesada. Me hizo pensar que te largabas de casa y llevabas lo indispensable dentro de aquella tela, resguardado por una cremallera que a duras pensa cerraba bien. Por aquel camino no paseábamos nadie más que tú, tu perro y yo. Yo alejada bastante de ti, aunque lo suficientemente cerca como para distinguir las facciones de tu rostro y caracterizarlas de espectaculares. Me pareciste el tío más guapo del mundo nada más verte. Decidí acercame más y fingir una sed horrible. Ahí apareciste en escena. Me ofrecite una botella de agua helada con toda tu amabilidad y no sabía cómo agradecértelo. Entonces me salió un "gracias, me llamo...", te dije mi nombre y me respondiste con el tuyo. Entonces empezamos a hablar de nuestras vidas, de nuestro pasado y presente. Te conté que había decidio abandonar la ciudad. Que me tenía harta tanto gris. Que deseaba locamente encontrar un lugar como aquel, en mitad de la montaña y que la tranquilidad cubriera cada partícula del aire que ahí se respirara. Luego, con mi curiosidad al borde la desesperación, te pregunté por la mochila. Te reíste y me explicaste que a ti también te apasionaban estos lugares. Que necesitabas evadirte del resto del mundo y caminar con tu perro para olvidar lo rara que se había vuelto esta sociedad desde hace años. No te dejé que pararas de hablarme de ti y continuaste diciéndome que dentro de la mochila únicamente llevabas material de escalada y que habías quedado en el pueblo vecino con unos colegas para pasar el día sobre la roca. Me propusiste que fuera contigo, que tus amigos me caerían bien. Todavía sigo pensando qué habría sido de mí si hubiera rechazado la propuesta. Hace 3 años de eso. Y me encanta despertar junto a ti y escuchar el ladrido de nuestro perro que nos dice que ha amanecido.

4 comentarios:

Limón. dijo...

Menuda suerte tienen algunas!
Me he quedado flipada con tu comentario.
Esta entrada, la hice mientras escuchaba Hurricaine de Bob Dylan, (no sé si te habrás confundido de autor, o es que hay alguna canción de Bruce que hable de algo similar, me gusta bastante, pero solo he escuchado un par de canciones suyas)
Besos :)

Na Abarca dijo...

awwww que lindo post (:
que suerte la tuya♥

suena tipo cuento de hadas (:


http://badaaabiinggbaadaaabuum.blogspot.com/


Sol dijo...

ay que hermosa entrada, sigo diciendo que tenes mucho talento para escribir! :) gracias por pasar por mi blog, besos

Elendilae dijo...

Joooolin, ¡¡qué bonito!! me ha encantado, de echo, me encantan estas casualidades que pueden cambiarnos la vida para siempre, de esas que son bonitas e increíbles ^^

Un besito