martes, 31 de mayo de 2011

Se mojan los cristales

El tacto de un efímero beso de abril sumerge mi memoria en océanos de nocturnidad prolongada y playas de enérgica paz. La luz se ausentaba. Un cántico hermoso, procedente de las cabañas, daba el toque perfecto a esta velada primaveral. Sombras de nostalgia recorrían el salón, tiñendo de oscuro tu alma rebelde. Sube, que te llevo al mar a ver desaparecer la tristeza entre las sutiles olas. Calma crónica. No deberías sospechar de mi abanico de flamenca. No debería arrancarte el amor para esconderlo en el corazón de otra, de otra mañana con sabor a ti. Sube, que te llevo al mar.

sábado, 28 de mayo de 2011

Martes

La chimenea blanca preside el comedor de suelo rojizo. El fuego calienta este mes de enero y tú calientas esta fría alma que tirita cuando estás lejos. De las paredes, del mismo color blanquecino que la chimenea, cuelga un cuadro de la iglesia del pueblo, y un ajado calendario que dejó de contar los días hace más de dos años. En la cocina, la soledad palpita en cada cuchillo oxidado, en cada tarro de especias. Todavía quedan sartenes en el fregadero, después de tanto tiempo. Raídos están los trapos tras el asalto de pequeños roedores que merodeaban la casa mientras la luna clamaba libertad. La lucha ya no está ahí fuera. El cielo ha quedado en silencio. Todo calló.

lunes, 23 de mayo de 2011

Solete

Cada día el cielo está más azul y los pájaros anidan más cerca del suelo. Se acercan los días de verano. Ya están aquí las intensas madrugadas sobre la fina arena con vistas al Mediterráneo. El sonido de la lavadora centrifugando con mis camisetas de tirantes dentro. Las intensas lluvias impredecibles que entran sin avisar en estas calles pisoteadas. Los atardeceres con sabor a tu barba y el tacto melancolía que encierran tus camisas. El mar nos llama de lejos y las montañas gritan nuestros nombres. Ya vamos. Cuanto menos lo desees, antes llegará. Los despertares verdes en mitad del campo, con el sol pintando de felicidad mi cuerpo y las cortinas avisándome de que ya puedo despertar. Huele a libertad. Los gatos se acercan a la puerta entreabierta para buscar algo de comer, aunque a veces se conforman con las moras de la plaza. Los árboles rasgan las ventanas llamando nuestra atención y tú subes mis escaleras de dos en dos. O de tres en tres. Otras veces las bajo yo. Verano. Agua. Mucha agua. Un río de fresca corriente rodea mis pies. Sensaciones inefables que me llenan desde julio hasta septiembre.

sábado, 21 de mayo de 2011

Quieres identificarnos, tienes un problema

Ya no importa tanto que descubra cada mañana tu cuerpo a mi derecha. Tampoco importa el sol en tu espalda ni que haya conseguido rimar montaña con tus ojos. No importan las historias de despedidas que contábamos entre risas pensando que jamás seríamos protagonistas de una, y mira... Ya dan igual los atardeceres rojos y los recodos del camino. El canto de libertad que escuchábamos entre olas no me interesa, ni siquiera los faros que exploramos. No importa la risa escondida en nuestro tercer cajón, ya ni si quiera importa el cajón. Subíamos a una velocidad alarmante, ya nos lo advertimos. Tarde o temprano teníamos que ver el suelo. Demasiado cerca, demasiado... Pero sonríe, muchacho. Sonríe porque quedan muchos domingos de birritas bajo el sol. Queda montaña. Quedan primaveras y cerezos, y lunas llenas en Madrid. Quedan teclas y tus dedos, bonita mezcla. ¡Vamos! Nos esperan conciertos a la luz de la madrugada y madrugadas a la luz del olvido (y del recuerdo). Tenemos que seguir aguantando. Las carreteras nos quieren ver juntos, no querrás defraudar al asfalto. ¿Verdad?

domingo, 15 de mayo de 2011

A orillas de tu silencio

       Ahora que anochece y llueve, se hace más visible tu presencia. Hago balance de estos últimos días. Me doy cuenta de que nadie es imprescindible en la vida de una persona, pero me haces sentir... No sé, es hablar contigo y sonreír.

       Tu distancia reaparece como la flor del cerezo en primavera, puntual como las campanadas de una abarrotada Puerta del Sol. Sigo indagando en estos días y te veo descorchando la belleza de todos los amaneceres que compartimos en la montaña.

       Desde el quinto piso de este bloque rojo ladrillo vislumbro los verdes caminos que recorreremos ayer (o recorrimos mañana). Sigue lloviendo y me parece la danza más bonita nunca antes tan admirada por estos pequeños ojos que hoy la ven como una salvación. Dulce salvación nocturna que llega en el momento preciso. Gracias.

       Empeñada tu silueta en aclarar las estrellas, que iluminan mi desvelo, a las 3 a.m. de un sábado inquieto por el retumbar del cielo. Vuelve a nombrarme de madrugada, cuando solo tú y el silencio de las calles erais dueños de mis besos. Llama el invierno a este mes de mayo. Bienvenido.


sábado, 14 de mayo de 2011

Regamos los campos con nuestro sudor y ya empiezan a florecer

Era verano y llovía. Me asomé a la ventana para ver si seguían mojándose las montañas y de repente te vi. Corrías calle abajo con la capucha puesta buscando un lugar donde resguardarte. Estabas guapísimo. No te volví a ver hasta una semana después, cuando nos cruzamos aquella mañana en la plaza del pueblo. Yo paseaba, tú volvías a casa con los ojos cerrados y casi arrastrando los pies. Nunca te dije nada, estabas tan lejos a solo siete casas de mí... Me aficioné a mirarte por las noches en todos los conciertos. Te veía beber cervezas. Una tras otra. Te veía fumar descontroladamente y bailar con chicas que me caían fatal. Yo movía los labios siguiendo una canción mientras parpadeaba sobre tu boca. Sigo con aquellos veranos en mi mesita de noche, y con la foto que te hice a escondidas el último día de agosto. La última vez que te vi me mirabas sonriendo y te lamentabas de no haberte dado cuenta antes.

martes, 10 de mayo de 2011

Creí verte gritar

Sobre la frágil madrugada de este mes de abril descansa el humo de tu cigarro. Nace en tu boca en forma de vocal. Me apeteces. Tumbado en el colchón iluminado por el sol le cuentas al aire que tu alma se está muriendo. Llega tarde este amanecer. Sigues bañando tus pulmones de alquitrán, cerrando los ojos para verme mejor el corazón. Demasiado oscuro. Todavía llevas puestos esos deteriorados vaqueros que cubren parte de tus piernas a base de agujeros. Torso descubierto. Vida rasgada. A pesar de todo sonríes. Aflora el rock en la vieja minicadena.

domingo, 8 de mayo de 2011

Caminar por una calita y mojar de mar tus pies

Me gusta verte despertar y sentir tu barba en mis labios. Me gusta la forma que tienen de mirarme tus ojos recién abiertos y tu "buenos días" susurrado. Después vienen las primeras caricias del día, las mejores. Frente a la bahía el olor a café se funde con el olor a salitre y te pones más guapo. La sinfonía de azules que presentan el mar y el cielo invita a besarte la comisura de tu silencio. Eres el mejor de los desayunos; sabes como ninguna tostada. Tu barba es increíble, me gusta tanto besarla... Luego llega tu boca. Quieres salir a la playa, pero antes conviertes la habitación en una leonera: sábanas blancas en el suelo, el almohadón doblado de cualquier manera, mis pelos, los tuyos... Me gusta amanecer y acariciarte la espalda antes de abrir los ojos. Me gusta tu olor a playa desierta.

sábado, 7 de mayo de 2011

A base de rock y cervezas

Las botellas de rock se derramaban por el pegajoso suelo del garito. Sonaba la música tan alta que los oídos gritaban de dolor, y de pasión. Estabas tan cerca que respirabas por mí, y yo por ti. La oscuridad de aquel antro era perfecta. Siempre había pensado que tu pelo era lo más bonito que había visto, y bajo la negrura y entre mis dedos todavía más. Te fumaste el último cigarrillo del paquete antes de salir pitando de allí. Llegábamos tarde a la cita con la madrugada. Pasaban ya de las 05:47. Las carcajadas resonaban dentro de las fábricas abandonadas de tu antiguo barrio y los besos se escondían entre los escombros. No recordabas en qué lugar de la ciudad habías aparcado tu moto, pero eso era lo de menos. Acariciabas mi pelo y susurrabas que querías más. Terminamos en el suelo de un garaje sobre colillas encendidas. La noche se estaba muriendo.

viernes, 6 de mayo de 2011

Los campos de ayer

 Los campos esperaban a que despertáramos para tumbarnos en ellos hasta la hora de comer. Siempre un cálido sol nos peinaba con manos delicadas, contra un viento que enredaba nuestro pelo. Nos encantaba escaparnos hasta las verdes praderas sin decir nada, por la puerta de la cocina a plena luz del día. Nunca hicimos nada diferente, pero cada día era mejor que el anterior. La hora de comer se retrasaba siempre, hasta que no venían a buscarnos no nos movíamos y aun con el brazo de mi tía estirando de mí era difícil resistirse al prado. Arrancaba la hierba y la metía en mis bolsillos, entre cada cucharada de sopa acariciaba los rastrojos que había llevado conmigo. Fueron nuestros mejores tiempos, pero las coletas de aquella niña se deshicieron hace años.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Arenas sin playa

Podría escribir sobre lo mucho que alumbra la luna cuando el sol decide largarse, pero prefiero ladrar palabras sobre la temeridad con la que tus ojos se posaban en los míos. El peligro que suponía un pequeño cruce de miradas cuando volvíamos a casa en el mismo vagón de tren. La estación vacía, como tus años de vida montañera. Los baños de aquellas vías sabían mucho mejor de lo que ambos esperábamos, y repetíamos cada vez que nuestros ojos coincidían en las mismas ventanillas. Luego si te he visto no me acuerdo, pero nos gustaba tanto... Deben de haber pasado años desde la última vez que el tren se detuvo en nuestra estación. Sin embargo, el recuerdo de cada parada sigue traqueteando.

martes, 3 de mayo de 2011

Olvidaste pintalabios en bocas que no eran la mía

Si te faltan sonrisas, llámame, da igual que sea de madrugada, siempre tendré una preparada para ti, de las buenas, de esas que tardan en caducar y se dejan ver sin vergüenza. No importa si has olvidado reir, puedo darte clases particulares, pero solo de lunes a domingo y bajo el árbol de mi calle. Voy a enseñarte a reir a carcajadas y a envirme sms las noches de sábado que no esté en los que digas que te acojona el frío, el frío sin mí. Atraparé una hora para que el tiempo que compartamos sea más largo, te enseñaré a capturar minutos y así tendremos una eternidad de frío bonito. Tiraré poemas desde mi balcón y esperaré que vuelen alto y entren por la ventana de tu habitación para que te digan todo lo que por teléfono no me atrevo. Aprenderás a señalar todas las calles que quieres pisar conmigo y yo señalaré todas las montañas que nos harán de cama. Cambiaré cuatro recuerdos por cuatro estaciones a tu lado, y dejaré al invierno calentarnos sin chimenea, al verano acariciarnos con las manos heladas, al otoño le dejaré vestir los árboles y a la primavera no le diré nada. Buscaré mil besos entre los sobres de las cartas que no pude enviarte y me los meteré en el bolsillo para cuando estés cerca, podrás cogerlos si quieres. Saltaré todos los charcos que encuentre y llegaré hasta tu puerta con momentos en blanco que escribiremos a escondidas.