miércoles, 30 de noviembre de 2011

A cualquier montaña

Necesito que sepas que quiero vivir a tu lado. Escaparnos todos los fines de semana a cualquier montaña o cualquier pueblo diminuto de interior. Dejarnos llevar por las antiguas y ajadas calles de una aldea olvidada por el tiempo. Abrazar el invierno desde el sofá de cualquier casa rural. Hoy me haces falta. No te olvides de mí. Porque sin ti los días son eternos y a los relojes les da por detenerse. Sin ti la más bella melodía se convierte en el ruido ensordecedor que te hace tapar los oídos. No quiero escalar montañas si al llegar a la cima no estarás tú para abrazarte y decirte que lo hemos conseguido. Quiero mirarte de reojo y que me sonrías. Observarte en silencio mientras cortas leña y que me digas lo bonita que estoy por la mañana, tan despeinada y auténtica. Dejar el incienso encendido y besarte entre el aroma a jazmín que envuelve la habitación. Apoyar mi cabeza sobre tu hombro cuando estamos viendo una película. Endulzas nuestra casa en la montaña. Quiero descubrir de nuevo, cada día, a tu lado que es eso de vivir.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Buenos días

Con el jersey grande de color gris paseo por casa. Fuera nieva y eso me gusta. Me hace sentir viva. Esta mañana no quiero escuchar música. Solo me invade la tremenda necesidad de que me susurres al oído. Los calcetines me llegan hasta la rodilla y tus manos hasta la espalda. Esta cabaña parece más pequeña cuando estás tú. Sigue gustándome. De momento tu perro ladra y yo te beso. Buenos días.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Al final de las montañas

De nuevo frente a la mañana soleada del otoño.
Tu barba vuelve a asomarse por mi hombro
pidiendo a gritos los besos que te debo desde anoche.
No pude. Pero ahora soy toda tuya. Déjame
acariciar tu espalda con la punta de mis
dedos fríos. Esta estación siempre quiso
helar mis mañanas. La noche transcurrirá en el sofá,
viendo cualquier película al lado de tus caderas. Me dirás que no
entran en calor tus hombros y los besaré despacio.
Una mirada cálida visitará tus ojos y te sonreiré frente a la chimenea
como cada sábado. Regresa tu barba a mis muslos. Me gustas.
La manera que tiene la noche de acercarme a ti me produce
tranquilidad. Siempre estás. Y la manta desaparece para dejarte espacio entre
el frío y mi pecho. Me haces ascender al pico más alto sin levantarme de la alfombra.
Te gusta mi pelo. Abrázame. No me sueltes esta noche.
El azul del cielo es más azul siempre que tú estás entre el verde de los prados
que desde casa podemos espiar. Juegan. Viven. Como tú y yo cada atardecer
oscuro mientras el horizonte se funde al final de las montañas.
La luna, curiosa, te besa el ombligo y yo no seré menos.
Este invierno eres para mí.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Me gustas

Hoy has vuelto a despertarme. Me gusta la forma que tienes de susurrarme al oído cada mañana. Ya estabas vestido y llevabas las botas de montaña puestas. Lea estaba esperando en el piso de abajo, ladrando impaciente. Sabía que hoy tocaba paseo, me estabais esperando. Me gusta. Me gustas. Me has dado un beso en los labios y has bajado a esperarme. Otro día de sol. Se pueden respirar los rallos que desprende. El juego entre montaña y sol es algo que no todo el mundo consigue comprender. Hay una especie de entendimiento entre ellos. Se conocen, se aman -desde siempre-. Vamos, Lea. Y tú... Tú ya sabes lo maravilloso que eres.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Te beso

Hoy me he levantado con unas enormes ganas de escribirte. Y de verte. Y aquí estoy: frente a las teclas frías de un ordenador que se queja cada vez que lo enciendo. Llueve. Los cristales de mi casa se empañan en esta mañana mojada de otoño. Pronto nevará. ¿Vendrás? Seguro que sí. Estaré esperándote como cada día. Búscame paseando con Lea por la montaña. O con mi cámara de fotos -aquella con la que te sorprendía cada vez que salías de la ducha-. La música bien alta, ya me conoces. No me importa que tardes. Me basta con sentir tu tacto cálido sobre mi espalda. Las noches son demasiado frías, y no tiene nada que ver con este clima de montaña que me encanta. Es, más bien, que no estás entre las sábanas para calentarlas. Aun con la chimenea devorando leña hace un frío asqueroso. Es el peor... He decidido hacer para comer lo que tanto nos gustaba para el domingo -aunque yo sigo prefiriendo tu pecho-. Te guardaré un poco, sé que vendrás. No voy a cerrar las ventanas por mucho que llueva, te encantaba ese punto de locura en mí. El olor a lluvia me recuerda las tardes acurrucados bajo la manta en el sofá de arriba. También me encantaba cuando las tormentas nos sorprendían en mitad del paseo con Lea a 20 minutos de casa. Llegábamos empapados. Entonces la ducha caliente era una gran aliada. ¿Lo recuerdas? Claro que lo recuerdas. Esta noche me iré pronto a la cama. Mañana madrugo. Pero antes te enviaré esta carta. Ven a por mí. Cuida de esta pequeña loca que necesita tus besos más que el aire puro que se desliza por estas montañas. Te beso.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Una casa en las montañas.

Un viaje.
Donde pueda decirte lo bonito que es tu pelo y la gracia que me hace
besarte la barba.
Me encantas.
Una casa en las montañas.
Donde poder tumbarme a la luz de la chimenea encendida
en una noche de invierno mientras te miro
fumarte un cigarrillo.
Un hijo.
Para que toda tu belleza no se pierda.
Pintar las tejas que sobraron de la reforma del tejado.
Qué bonito está
el otoño visto desde tu mirada.
Sigo echándote de menos.
Cenar juntos.
Ver cómo nieva desde la cama. Y llover.
Verte al despertar. Qué lujo tener
tus besos a diario.
Qué lujo tenerte entre
mis brazos al dormir.
Déjame tararearte al oído nuestra canción.
Shhh... Estoy contigo, bonito.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Cuánto te eché de menos

Amanece el otoño en tu cintura desnuda.
Sale el sol por tus dedos
que se cuelan entre mi libro y mi pecho.
Te leo. Te leo y susurro cuánto te eché de menos.

He vuelto

Me baño de nuevo en las aguas de este maravilloso mar. 
Perdonad mi huida. Las montañas no se admiran solas. 

Llueve. Bello otoño.