viernes, 6 de mayo de 2011

Los campos de ayer

 Los campos esperaban a que despertáramos para tumbarnos en ellos hasta la hora de comer. Siempre un cálido sol nos peinaba con manos delicadas, contra un viento que enredaba nuestro pelo. Nos encantaba escaparnos hasta las verdes praderas sin decir nada, por la puerta de la cocina a plena luz del día. Nunca hicimos nada diferente, pero cada día era mejor que el anterior. La hora de comer se retrasaba siempre, hasta que no venían a buscarnos no nos movíamos y aun con el brazo de mi tía estirando de mí era difícil resistirse al prado. Arrancaba la hierba y la metía en mis bolsillos, entre cada cucharada de sopa acariciaba los rastrojos que había llevado conmigo. Fueron nuestros mejores tiempos, pero las coletas de aquella niña se deshicieron hace años.

No hay comentarios: