lunes, 20 de junio de 2011

Madrugadas recurrentes

Desde la ventana se ven las pequeñas casitas de pescadores que pueblan el principio de la playa. El mar se antoja cercano y cálido, acogedor. Lugar de trabajo de muchas generaciones que regresaban a casa con un peculiar olor a sal. Manos cuarteadas de tejer redes de pesca, de limar la pequeña barca que hace de transporte laboral, de pintarla de un azul mar... Todavía se puede ver el grupo de mujeres que espera en silencio sobre la orilla, mojando sus pies con el agua de la despedida. Ellos volverán. La madrugada es fría y la brisa acompaña a los ojos desvelados y atentos al oleaje. Llueve, llueve y se mojan los miedos. Desnudos quedan los minutos y se resisten a pasar, acongojados por confirmar un mal presagio. Amanece la marea y ellos volverán.

2 comentarios:

Elendilae dijo...

Ellas siempre esperan a que vuelvan sus valientes marineros, que aunque salgan todos los días a la mar, siguen manteniendo su respeto a ese gran azul que se abre bajo sus redes.

Sara Pérez dijo...

Imagino la angustia que deben tener todas esas mujeres esperando al pescador que esa mañana se despidió de ellas. Me recordó a "En el muelle de San Blas" :)

Un saludo.